Concursos de pintura: ¿Una farsa?

Se podría decir que presentarse a un concurso de pintura, cuando el estilo del artista (es mi caso) no se adapta a la “contemporaneidad /vanguardista/ transgresora/ conceptualista/ minimalista”, es una misión condenada al fracaso y lo más probable es que ni siquiera te acepten o selecionen tu trabajo.








Cuando una entidad importante o pública organiza un concurso de pintura, normalmente son ellos mismos los que eligen a los miembros del jurado, pero no los eligen en función de su gusto estético o porque admiren a aquel artista, sino en función de si son personajes bien situados dentro del mundo artístico, resumiendo buscan personas “famosas” que den prestigio al concurso. Estos jurados suelen estar constituidos por el presidente de la entidad en cuestión, que por razones obvias se dejará influir por los “entendidos” que él mismo o la persona que haya delegado han elegido. Estos vocales, entre los que suele haber algun crítico de arte, algún comisario o director de un Museo de Arte Moderno (“Contemporaneo /Vanguardista/ Transgresor/ Conceptualista/ Minimalista”), algún profesor de una escuela de Arte moderno (CVTCM, las iniciales de lo anterior), algún artista que ya ha ganado el premio el año anterior y que lógicamente será del grupo de los CVTCM , y quizás otro artista de reconocido prestigio que también formará parte de este mismo grupo. Una vez que han llegado las obras y son analizadas (hoy en día en muchos casos ya te eliminan en una preselección fotográfica de la obra), se deduce que la elección se hará en base a los criterios comunes del grupo; incluso , es muy posible, que entre ellos mismos haya una censura en la que sea mal visto y poco vanguardista apostar por una obra que no sea transgresora, o que no tenga este punto de “sorprendente” ¡Quién se va a atrever a romper los cánones estipulados de la modernidad!

Dicho esto, que evidentemente no se puede sentenciar para la totalidad de los concursos, sino para los de más “prestigio”, uno llega a la conclusión de que poco o nada puede lograr aquel artista que no está sometido a los rigores estilisticos de la “modernidad”. Sé que esta afirmación no es “artísticamente” correcta (podría decir políticamente correcta), y que me estoy cavando mi propia tumba en cuanto a entrar en los circuitos artísticos e ingresar en la élite de los artistas de vanguardia, pero me da igual, no quiero pertenecer a este mundo de esnobismo, de falsedad, de “vernissages”, de charlatanería, de falsos cumplidos, de intelectualidad de segunda fila, en definitiva: de mentira; me contento con pintar, simplemente pintar para mí goce personal, para mi público de la calle, este público que se aburre en los museos “vanguardistas”, que duda si el extintor que está colgado en la pared es la obra que se exibe, que no puede comprender que la mamarrachada que está viendo esté en un museo, que ha de leer, en un folleto de diseño impecable, una larga explicación metafísica para tampoco llegar a comprender la obra. Me contento con este público anónimo, que “no entiende de arte”, que simplemente le emociona ésta o aquella pintura, que la va a colgar en su habitación preferida para gozar de ella, que no puede ni quiere adquirir “anti-arte” para especular, en definitiva, me contento con este público que tiene la sinceridad de apreciar aquella obra que le ha llegado al alma, sin que ningún “entendido” haya influido en su decisión. Afortunadamente este público es inmensamente más numeroso, quizás con menos fuerza mediática, con menos poder manipulador, pero en cualquier caso mucho más sincero. 

Volviendo al tema de los concursos, y aun sabiendo que están en muchos casos amañados, no estaría de más exigir saber (en algunos concursos ya consta) quienes son las personas que forman parte del jurado, pues el artista puede en este caso decidir no presentarse y ahorrarse los gastos, el tiempo y la decepción que supone presentarse a uno de estos eventos.


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